Los eremitorios observan clausura y los ermitaños deben vivir del trabajo de sus manos.
Se sigue el estilo de vida propio de los Padres del Desierto. Fieles que prevalecieron en los primeros siglos de la Iglesia y que ininterrumpidamente fueron seguidos con el pasar de los siglos hasta el día de hoy.
La vida en el desierto se convierte en símbolo, casi necesario, del desprendimiento cristiano.
Laura o Lavra es un vocablo griego que significa originariamente "camino estrecho", "desfiladero", "barranco". La típica laura palestina de los primeros siglos estaba situada, en efecto, en alguna quebrada estrecha o en las laderas de las montañas. El nombre del terreno en que se levantaba vino a significar la institución.
El marco general lo da el canon 603 del Código de Derecho Canónico de la Iglesia Católica:
1. Además de los institutos de vida consagrada, la Iglesia reconoce la vida eremítica o anacorética, en la cual los fieles, con un apartamiento más estricto del mundo, el silencio de la soledad, la oración asidua y la penitencia, dedican su vida a la alabanza de Dios y salvación del mundo.
2. Un ermitaño es reconocido por el derecho como entregado a Dios dentro de la vida consagrada, si profesa públicamente los tres consejos evangélicos, corroborados mediante voto u otro vínculo sagrado, en manos del Obispo diocesano, y sigue su forma propia de vida bajo la dirección de éste.
Los monjes que observan la vida eremítica, buscan incesantemente, antes que otra cosa, la intimidad con Dios.
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Pequeño cartel en una de las entradas de nuestro eremitorio. |
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