El desierto es inmensidad, esto es lo no mensurable, lo no medible, lo que no puede procesarse con la mente.
El desierto es despojo total, es y está vacío. Es perder lo que creíamos de nosotros mismos, no aferrarnos a “logros” ni a hechos consumados. El desierto es abandonar el deseo fútil de controlarlo todo, de creernos artífices.
El desierto es dejar, soltar, confiar profundamente en lo Providencial.
Es en el desierto interior del alma, cuando hacemos silencio por un momento, abandonando los múltiples deseos, cuando se manifiesta la voz que llama a la conversión profunda.
Admitamos la ignorancia, aceptemos que Dios y que todo lo que ocurre es más poderoso que nosotros. Y desde allí, en esa situación del alma, invoquemos una y otra vez, con suma reverencia, el sagrado Nombre de Nuestro Señor Jesucristo.
Fuente: http://elsantonombre.com/2013/02/10/el-desierto/
Fuente: http://elsantonombre.com/2013/02/10/el-desierto/
No hay comentarios:
Publicar un comentario