lunes, 22 de abril de 2013

En la tradición monástica, la oración tiene un carácter insistente, en primer lugar para pedir perdón por los pecados: "Señor, ten piedad de mí, pecador".
La continua oración no es hablar constantemente, sino llegar al estado de vida de una gran oración, de la cual la oración vocal es parte.
En los comentarios litúrgicos, en las homilías y en las catequesis de las cartas pascuales, los Padres insisten en la necesidad de rezar constantemente para combatir las tentaciones de los espíritus malignos, las especulaciones filosóficas, el racionalismo teológico que hacer perder la fe viva en Dios Uno-Trino.
La oración tiene que salir del corazón.
Esta oración, que comienza vocalmente y a medida que se practica sale del corazón, debe ser la medida de nuestra vida. Ya que como dice un Padre de la Iglesia: "todas las virtudes juntas, sin la oración, son pura ilusión.

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